Mi Vida Sin Mí
(My life without me)
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Dirección: Isabel Coixet.
Países: España y Canadá.
Año: 2002.
Duración: 100 min.
Interpretación: Sarah Polley (Ann), Amanda Plummer (Laurie), Scott Speedman (Don), Leonor Watling (Vecina), Deborah Harry (Madre), Mark Ruffalo (Lee), Sonja Bennett (Sarah), Alfred Molina (Padre), Jessica Amlee (Penny), Kenya Jo Kennedy (Patsy), María de Medeiros, Deanne Henry.
Guión: Isabel Coixet; basado en el relato 'Pretending the bed is a raft' de Nanci Kincaid.
Producción: Esther García y Gordon McLennan.
Música: Alfonso de Vilallonga.
Fotografía: Jean-Claude Larrieu.
Montaje: Lisa Jane Robinson.
Diseño de producción: Carol Lavallee.
Dirección artística: Shelley Bolton.
Vestuario: Katia Sano.
Estreno en España: 7 Marzo 2003.
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Melancólico y hermoso poema a la vida
Isabel Coixet crea un precioso alegato a las ganas de vivir en un trabajo ela-borado con amor y pasión, lleno de profundidad emocional y belleza artística
Tras varios años alejada de la cámara, vuelve la realizadora catalana Isabel Coixet con ‘Mi vida sin mí’, cuarto largometraje de una corta pero intensa ca-rrera en la que la línea seguida se ha encaminado al necesario propósito espe-ranzado de analizar la soledad, el amor y sobre todo el destino. Este nuevo tra-bajo, después de la irregular pero hermosa ‘A los que aman’, narra la vida de Ann, una joven de veintitrés años, con dos hijas y marido que pasa más tiempo trabajando que en su miserable pero acogedora ‘casa-caravana’. Una dulce mu-jer de escasos recursos económicos que no ha podido disfrutar de la vida y a la que, un mal día, revelan que le quedan dos meses de vida. Desde ese momen-to, paradójicamente, Ann descubre el placer de vivir todo aquello que no ha podido y, en silencio, sin confesárselo a nadie, intentará que su familia encuen-tre una vida mejor cuando ella ya no esté.
Con esta dura y triste premisa, Coixet abarca una inconmensurable disertación acerca del sentimiento humano, de la vida, de la muerte y de la providencia. Sobre estos indescifrables confines del dolor y la ternura, la cineasta traza un virtuoso itinerario vital, demostrando cómo la muerte puede ser fuente de vida, cómo las ganas de vivir intensamente pueden brotar en el mismo instante en que el optimismo se transforma en fi-nal, en epílogo de una vida apenas empezada. El primer plano de la película con la protagonista bajo la lluvia expone el verdadero sentido del filme con la frase: “Ésta eres tú, con los ojos cerrados bajo la lluvia... y acabas de descu-brir que toda tu vida ha sido un sueño”. Una máxima que duele, pero que abre la puerta a la esperanza. Un ‘off’ que despliega con él un desgarrador monólogo de simplicidad naturalista y que avanzará en un testimonio de emotividad y franqueza para desglosar el trágico pero precioso final de una joven que sólo con su mirada ya tiene a un espectador entregado y dispuesto a recorrer con ella los últimos días de su existencia, a acompañarla en su inocente valentía, en su gesta heroica ante la inmediata muerte. ‘Mi vida sin mí’ es un diario de esperanza, de creencia ciega en el amor, de la pasión de una mujer por la vida que no va a poder disfrutar, a su vez una oda a la existencia y a la felicidad re-cogida en pequeños momentos vitales que, a simple vista, nunca lo parecen.
Optimista y lúdica, la cinta de Coixet es una placentera y sensible mirada al universo fe-menino, a la afectividad y delicadeza de un personaje que, bajo la pasional mirada de su directora, se acerca al milagro de la autenti-cidad mediante un límpido acercamiento hu-mano y realista. El amor de Coixet por sus per-sonajes otorga a su narración una intachable in-tegridad sin ningún ardid emocional o argumental, extendiendo esa pasión a un público que acaba comprendiendo y queriendo a la protagonista hasta, inevitablemente, sufrir con su tragedia y llegar a las lágrimas. Un sufrimiento que es mostrado con peque-ñas gotas de humor, sin ninguna necesidad de caer en el melodrama, ahorran-do en todo momento la agonía o la decadencia física y revelando en su forma el realismo ya visto en la magnífica ‘Cosas que nunca te dije’, cinta con la que ‘Mi vida sin mí’ tiene tantas cosas en común (sobre todo lugares como una lavan-dería de 24 horas, un supermercado, una peluquería..). Una correspondencia que tiene su mayor cercanía en esa disposición hacia el espíritu del cine inde-pendiente americano, donde la descripción emocional es más importante que la narración y las vidas de sus protagonistas envuelven el territorio ambiental y sirve para dejar a un lado la innecesaria visión de un país y hablar profunda-mente de una vida que se apaga, la de Ann, de la felicidad que se esfuma.
Es por tanto la cuarta obra de Coixet una pelí-cula madura y frágil, de caligrafía que respira li-bertad, movida a través de sensaciones y cons-truida con una humanidad adaptada al enclave apasionado de sus criaturas. Un grito de libertad mudo, cuyo estruendo rompe el silencio de las lá-grimas que fluyen de un sentimiento, de esas co-sas que la protagonista nunca dirá, pero también de esas cintas que deja como recuerdo a sus hi-jas o la lista de propósitos antes de morir que pro-ponen el verdadero manifiesto de la historia, de los pequeños logros que hacen felices a los demás. En ‘Mi vida sin mi’ no existen mecanismos narrativos, sino una terminante verdad, diáfana y sugestiva, que manifiesta en su fondo y forma un sincero alegato al amor por la vida, a aquello que nos hace ser mejores per-sonas, demostrando de paso cómo a veces malgastamos la nuestra en una errónea búsqueda de su esencia. La sensibilidad de cada secuencia, los encuadres exactos, la belleza de todos y cada uno de los fotogramas que componen esta deliciosa obra se unen a una descripción de la emoción descubierta con precisión y sutileza, sin caer en el dramatismo facilón. Una preciosa y melancólica oda a la vida, al amor y a la emoción, sin disonancias, sin recurrir al cómodo y efectivo sensacionalismo del drama.
Todo ello bajo las sensibles notas de Al-fonso de Villalonga y de la soberbia interpre-tación de escalofriante sinceridad y verdad de una magnífica Sarah Polley que se convier-te en Ann, que respira como Ann, convirtiendo un abnegado personaje ante la adversidad en un ser humano que no quiere irse de este mundo sin ex-perimentar nuevas experiencias; en definitiva, de vivir. Tal vez los personajes secundarios están po-co dibujados por Coixet, algo intencional que uti-liza para ampliar el acercamiento a la joven protagonista, pero sin descuidar nunca la personalidad de todos los que rodean a la prematura moribunda. Bas-ta con pequeños matices, trazos de precisión dramática, para saber cómo son las vidas de su marido perfecto, pobre, pero perfecto, de sus pequeñas hijas, de su nuevo amante enamorado, de la vecina análoga a ella misma, de la ma-dre que odia al mundo o de la amiga obsesionada por la comida. Para ello, Scott Speedman, Mark Ruffalo, Leonor Watling, Deborah Harry y Aman-da Plummer sostienen y amparan con delicadeza y honestidad el formidable trabajo medular de Polley. 'Mi vida sin mí' conmueve, hace pensar y concluye con una sensación liberadora y de catarsis emocional en que la maravillosa y diáfana mirada a la vida a través del dolor concluye con la purificación senti-mental y existencial de un final lleno de esperanza, con una muerte y un silen-cio que dejan ver cómo la huella que se deja en los que se abandona es el le-gado que se deja en este mundo.
(CRÍTICA por Miguel Á. Refoyo)
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