El Cirujano Clandestino (Hamilton Naki)
Un sudafricano negro, de 78 años; murió a finales de mayo de 2005. La noticia no figuró en los diarios, pero su historia es una de las más extraordinarias del siglo XX.
Un acto de reparación
La historia de su vida es un verdadero ejemplo de superación, humildad y dignidad.
El 2 de diciembre de 1967 una joven blanca fue atropellada al cruzar una calle.
Trasladada con urgencia al Groote Schuurhospital, se le diagnosticó muerte cerebral, aunque su corazón seguía latiendo.
Esto sucedía en la ciudad de El Cabo, Sudáfrica, en pleno régimen del "apartheid".
En el mismo hospital, el corazón de un odontólogo llamado Louis Washkansky, en 1967, luchaba denodadamente por seguir latiendo, pero estaba muy debilitado y enfermo. Ya había dado todo lo que podía dar y la única posibilidad para su vida era un trasplante cardíaco que para esa época parecía imposible.
Sin embargo, para eso estaba preparándose el doctor Christian Barnard, quien tomó la decisión de realizar el primer trasplante de este tipo a un ser humano.
Los diarios de todo el mundo dedicaron largos comentarios laudatorios a la proeza médica. El cirujano-jefe del grupo se transformó en una celebridad instantáneamente. Pero nadie tuvo en cuenta ni mencionó al que verdaderamente fue el "alma mater" de semejante hazaña, a Hamilton Naki.
El mismo Barnard lo reconoció antes de su muerte:
"Tenía mayor pericia técnica de la que yo tuve nunca. Es uno de los mayores investigadores de todos los tiempos en el campo de los trasplantes, y habría llegado muy lejos si los condicionantes sociales se lo hubieran permitido".
Las condiciones sociales estaban dictadas por las injustas normas del "apartheid" y, evidentemente, por las personas que se sentían plenamente satisfechas con ellas.
Hamilton Naki nació el 26 de junio de 1926 en Ngcingane, un pequeño poblado cerca de Centani in Transkei (Sudáfrica). Concluyó su escuela primaria en esa localidad y a los 14 años se trasladó a Ciudad del Cabo en busca de trabajo.
De raza negra y de familia pobre, halló su primer trabajo a los catorce años, cortando césped y prestando servicio en las canchas de tenis de la Universidad de Ciudad del Cabo. Pasó luego a limpiar los chiqueros donde estaban los animales que servían para experimentación y práctica de cirugía.
En 1954 fue ascendido para ayudar en el cuidado de los animales de laboratorio.
Muy pronto progresó, después de que un profesor le pidió que ayudara a anestesiar a los animales usados en el entrenamiento de estudiantes en cirugía.
A pesar de que Robert Gotees, de la Facultad de Medicina, lo destinó, además, a cuidar animales de laboratorio y de que pronto se involucró en anestesias, cirugías y cuidados posquirúrgicos de animales, no pudo estudiar Medicina y fue excluido de los anfiteatros de cirugía durante el apartheid (destinados exclusivamente a los blancos).
Hizo toda la clínica quirúrgica de la escuela, donde los médicos blancos practicaban las técnicas de trasplantes en perros y cerdos, y luego pasó a tomar parte en operaciones quirúrgicas en los animales del laboratorio, donde tuvo la oportunidad de anestesiar, operar y, finalmente, trasplantar órganos a animales como perros, conejos y pollos.
De manera encubierta, Hamilton Naki se había convertido en un experimentado cirujano. Y aunque usaba chaquetilla, barbijo y gorro, jamás estudió medicina o cirugía.
Sin embargo, poco a poco, sus capacidades le fueron granjeando puestos de responsabilidad.
Aprendió cirugía presenciando experimentos con animales. Se transformó en un cirujano excepcional, a tal punto que Barnard lo requirió para su equipo. ¡Era un quiebro para las leyes sudafricanas! El "negro Naki" no podía operar pacientes ni tocar sangre de los blancos. Solamente podía trabajar con animales. Y en negros –¡claro!– que, por otro lado, no eran atendidos en el Groote Schuurhospital.
Pero el hospital hizo una excepción para él. Se transformó en un cirujano... clandestino.
Era el mejor, daba clases a los estudiantes blancos, pero ganaba salario de técnico de laboratorio, el máximo que el hospital podía pagar a un negro.
Era conocido especialmente por enseñar a los estudiantes de medicina a realizar complicados trasplantes de hígado en cerdos, un procedimiento que se dice es más complicado que los trasplantes de corazón en los humanos.
Los médicos que observaban el trabajo de Naki quedaban admirados ante su destreza para suturar diminutos vasos sanguíneos con sorprendente delicadeza y precisión con sus dedos gruesos y rudos.
Otra cosa que hacía con gran paciencia era completar en silencio operaciones que los estudiantes de medicina –blancos– comenzaban y abandonaban ante el primer obstáculo.
Para realizar el trasplante programado se necesitaban dos equipos: uno que extrajera el corazón y el otro que realizara el trasplante. Barnard le pidió a Naki que dirigiera el primer equipo y luego lo ayudara en la sutura de los pequeños vasos, en lo que Naki era todo un experto.
Vivía en una barraca sin luz eléctrica ni agua corriente, en un gueto de la periferia.
Su participación violaba las leyes de segregación racial del país, que señalaban que los negros no deberían recibir entrenamiento médico, ni deberían trabajar en ambientes sólo para blancos, ni tener contacto con pacientes blancos.
En una épica intervención de 48 horas, los dos equipos lograron extraer el corazón de la joven e implantarlo en el cuerpo de Washkansky.
Los asistentes recuerdan la delicadeza con la que Naki limpió el órgano de todo rastro de sangre antes de que Barnard volviese a hacerlo latir en el pecho del hombre.
Un detalle realmente vergonzoso: todo el equipo quirúrgico se fotografió. Pero Hamilton Naki no podía salir en las fotografías por su "calidad" de negro. Cuando apareció en una, por descuido, el hospital informó que era un empleado del servicio de limpieza.
Años después, cuando desapareció el sistema de segregación racial en 1994, se revelaron –tardíamente, como suele suceder–, las contribuciones de Naki.
El cine lo bautizó como "El cirujano clandestino".
Terminado el "Apartheid", recibió en 2002 el título honorario de "Magister Scientarum" en Cirugía de la Universidad de Ciudad del Cabo y en 2003, de manos del presidente Thabo Mbeki, la Orden Nacional de Mapungubwe en bronce, uno de los más prestigiosos premios sudafricanos.
En 2005, poco antes su muerte y cuando Mbeki hizo su discurso presidencial ante el parlamento sudafricano, Naki era uno de los guardias de honor.
Cuando se jubiló en 1991, sólo había llegado a ser asistente de laboratorio. Pero tuvo que contentarse con su pequeña pensión de jardinero, en vista de que su trabajo especializado nunca había sido revelado.
Asimismo, dijo en una entrevista que “en esos días uno tenía que aceptar lo que ellos decían porque no había otra vía, porque era la ley que reinaba”.
Durante su jubilación, adaptó un autobús como clínica ambulante para el área de su hogar y patrocinó una escuela en Eastern Cape con donaciones recibidas de médicos que él había entrenado.
Daba clases a los estudiantes blancos, pero ganaba salario de técnico de laboratorio, el máximo que el hospital podía pagar a un negro.
Hamilton Naki enseñó cirugía durante 40 años y se retiró con una pensión de jardinero, de 275 dólares al mes.
Nunca reclamó por las injusticias que sufrió durante toda su vida.
Pese a su clandestinidad y discriminación, jamás dejó de dar lo mejor de sí... Su pasión por ayudar a vivir...
Murió de un ataque cardíaco el 29 de mayo de 2005 a los 78 años.
La muerte de Hamilton Naki, condenado durante casi cuatro décadas al anonimato por su condición de negro, nos recuerda uno de los episodios más vergonzosos de la clase humana.
Fueron capaces de apropiarse de sus conocimientos tildándolos como propios.
El mismo Barnard sólo reconoció su valía al final de su vida, porque seguramente las leyes de su país, no le permitieron decir la verdad cuando debía decirla; o quizás, no le convenía demasiado.
Por eso, este pequeño homenaje a uno de los médicos más valiosos de todos lo tiempos: valioso por sus conocimientos.
Valioso por sus enseñanzas que nunca fueron reconocidas.
Valioso por su humildad y entrega.
Valioso por su calidad de "vir bonus medendi peritus".
(De la red)
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2 comentarios:
¡Genial!. Casi ni me atrevo a dejar un comentario para no estropearlo. Simplemente me pregunto cuántos Nakis habrá en el mundo, cuántas grandes obras ni agradecidas ni pagadas, cuánto les debemos a los anónimos.
Dama, me ha encantado.
Que bonito ...y que vergonzoso ...
Es muy interesante tu blog
Me tienes totalmente enganchada ...
Es verdad que cuanta riqueza se esconde en tantas vidas anonimas ...
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