Hay muchos besos que han hecho historia pero, en su casi totalidad, no fueron otra cosa que puestas en escena protagonizadas por las estrellas del cine e, incluso, hasta inventados, como es el caso aquel célebre beso parisino registrado por Robert Doisneau.

Alfred Eisenstaedt, en cambio, nunca necesitó que las personas posaran para producir muchas de las más importantes fotos de la historia. Entre ellas, la de un marinero besando a una joven enfermera en Times Square, Nueva York, el 14 de agosto de 1945, se convirtió en el ícono de uno de los momentos más importantes del siglo XX, que terminaría por inaugurar una nueva época: la rendición del Japón y con ello el fin de la II Guerra Mundial.

Cuando se conoció la noticia difundida en el letrero luminoso del Times en la ciudad de Nueva York, la gente salió a ganar las calles. Alfred Eisenstaedt comentó que después que la imagen fue publicada en Life: “La gente me dice que cuando yo esté en el paraíso, ellos van a recordar esta foto”.

Eisenstaedt había nacido en Dirschau, Prusia (actual Polonia), en 1898 y murió en Oak Bluffs, Massachusetts, Estados Unidos, en 1995. Fue una de las figuras más prominentes de la historia del fotoperiodismo y probablemente la que más tiempo estuvo activo, ya que sus primeras fotos las realizó en 1929 y las últimas en 1993, cuando fue enviado por Life para fotografiar al presidente Bill Clinton y a su familia.

Siendo niño la familia se trasladó a Berlín, ciudad en la que vivió los siguientes 26 años. Su primer reportaje fue fotografiar a Thomas Mann cuando recibía el Premio Nobel de Literatura, en Estocolmo, y desde entonces su nombre estuvo ligado a las más importantes revistas de alemania.

Fue, junto a Erich Salomon, uno de los primeros en utilizar las pequeñas cámaras Leica y en hacer fotoperiodismo de una manera hasta entonces desconocida, buscando el momento exacto y dejando que las cosas sucedan de manera natural.

Cubrió la guerra en Etiopía, invadida por Italia, y fue testigo con su cámara de acontecimientos tales como el primer encuentro entre Mussolini y Hitler, así como la ascensión al poder del nazismo.

Fue quien introdujo en los Estados Unidos el moderno fotoperiodismo de la llamada Escuela Alemana de los años 30, que lo tuvo como uno de sus principales realizadores junto a un puñado de fotógrafos tales como Walter Bosshard, Umbo, Martin Munkacsi, Willi Ruge, Felix Man, Kurt Hübschmann y André Kertész.

A partir de su vinculacón con Time-Life, editorial para la que trabajó toda su vida y que lo tuvo entre los primeros fotógrafos contratados, junto a Margaret Bourke-White y Carl Mydams, Eisenstaedt desarrolló una actividad incomparable.

Se calcula que realizó 85 fotos de tapa de la revista, hizo más de 2.000 reportajes y frente a la lente de su cámara pasaron buena parte de las personalidades de su época, desde Adolfo Hitler a Bill Clinton, Albert Einstein, Marilyn Monroe, Ernest Hemignway, Wiston Churchill, John y Robert Kennedy, Bertrand Russell, Charlie Chaplin, Marlene Dietrich, Sir Laurence Olivier, etc, etc. Sus libros “Eisenstaedt’s Celebrity Portraits” y “Witness to Our Time” son un recorrido por los rostros de políticos, científicos, artistas, escritores, actores y otras personalidades del siglo XX. En “The Eye of Eisenstaedt” muestra los acontecimientos y “Germany” es la memoria de su reencuentro con su patria después de 44 años de no verla.

Hoy, sus fotos, y muy especialmente ese beso, conservan la fuerza y el significado del primer momento ya que son parte de la historia

(A. Becquer Casaballe)